Escribe Susana Merlo
Hoy el paĂs tiene casi un millĂłn y medio de hectáreas quemadas por incendios, aludes en Jujuy que arrasaron varias poblaciones, cerca de 2,5 millones de hectáreas bajo el agua en pleno corazĂłn productivo de la Pampa HĂşmeda, y es difĂcil calcular cuanta superficie más está anegada con pĂ©rdidas de producciĂłn, sin llegar a la inundaciĂłn.
Y lamentablemente, como ocurre siempre que hay una catástrofe climática, el periodismo da amplia difusiĂłn del tema, especialmente si este ocurre en verano, en Ă©poca de vacaciones (cuando las noticias no abundan), aunque se olvida a los pocos dĂas o ni bien aparece un nuevo titular.
Pero el drama no es de ahora. El agravamiento comenzó prácticamente con diciembre, pero ni las autoridades nacionales, ni las provinciales prestaron la atención suficiente y, mucho menos, se tomaron los recaudos.
Peor aĂşn: Pocos dĂas atrás, mientras las autoridades nacionales daban cuenta del nuevo relanzamiento de los Yacimientos de Vaca Muerta en la despoblada Patagonia -con bastante despliegue mediático, por cierto-, más al norte, en el corazĂłn agrĂcola, la principal riqueza con que hoy cuenta el paĂs: su agroindustria, era diezmada por voraces incendios y el agua incontrolable.
AsĂ, mientras se apostaba al estratĂ©gico desarrollo energĂ©tico con miras al 2025-2030, muchos de los recursos concretos del presente se fueron yendo en forma de humo y escurriendo aguas abajo.
Por supuesto que el futuro es importante, y el plan estratégico para la Argentina constituye una de las asignaturas aún pendientes por parte del actual Gobierno, pero es obvio que la mirada de mediano-largo plazo no puede invalidar la atención imprescindible del presente, y de los recursos con que ya se cuenta.
El tema se agravĂł más aĂşn en los Ăşltimos dĂas, sepultando cualquier intento de instalar otro tema, y no quedĂł más remedio que mirar el desastre climático en las distintas provincias.
Pero esto no es nuevo. Ni siquiera extraordinario en su magnitud y si bien los principales pronosticadores daban para esta Ă©poca efectos exactamente opuestos a los que están sucediendo, no es menos cierto que ni los excesos, ni los defectos de agua son el resultado de unos pocos dĂas, ni siquiera meses.
Los observadores lo sabĂan y lo vinieron alertando. Es más, hace 3 campañas que el corazĂłn de la Pampa HĂşmeda tiene lluvias por encima del promedio, tanto asĂ que cuando asumiĂł la actual AdministraciĂłn Macri, en diciembre del ´15, habĂa zonas afectadas por el agua desde 2-3 meses antes e, incluso, en ese momento se produjeron algunos fenĂłmenos en el Litoral que llegaron a arrasar poblaciones, tal el caso de Esquina, que casi pasaron desapercibidos a nivel nacional, entretenidos como estaba todos, con la asunciĂłn de los nuevos funcionarios.
AsĂ, ese mismo fenĂłmeno, que posibilitĂł algunos rendimientos rĂ©cords puntuales en ciertos lotes, es el que tambiĂ©n recortĂł la producciĂłn de la Ăşltima campaña y de la anterior ÂżO acaso, debido a la cantidad de agua, no se terminĂł de cosechar reciĂ©n en agosto pasado (cuando se debĂa terminar a más tardar en junio)? Tampoco se difundieron los resultados de esta cosecha, ni se hablĂł demasiado de la menor calidad del trigo obtenido entonces, jaqueado por secas y lluvias por partes iguales.
El caso es que el nuevo perĂodo comenzĂł, en el estratĂ©gico cinturĂłn agrĂcola, con los caminos rurales destruidos tras 3 campañas con excesos de agua y, lo más importante, con las napas freáticas altĂsimas, debido al colmatamiento que fueron registrando las distintas cuencas, con el RĂo Paraná incluido. ÂżO nadie recuerda que, sin reacciĂłn oficial, en el ciclo anterior, los productores debieron apelar a las escasas balsas y a precios de usura para poder sacar buena parte de la hacienda de las islas, que se estima en al menos 400.000 cabezas?
Ahora, era sabido que cualquier lluvia, más aĂşn las abundantes de estos Ăşltimos meses, iban a desbordar rĂos y arroyos. Eso lo sabe cualquiera que trabaje en el sector, y venga siguiendo su evoluciĂłn.
Y aĂşn sabiendo de la escasez de recursos con que se encontrĂł el paĂs, es llamativa la lentitud para encarar obras y tácticas de prevenciĂłn, y para priorizar la asignaciĂłn de los escasos recursos buscando atenuar malos efectos previsibles, como bolsas de campos altos para llevar hacienda de zonas los efectos más dañinos, como precios de referencia para fardos-rollos que frenen precios abusivos (igual que ocurre con los alimentos y el agua para la gente), mecanismos de emergencia sanitarios para poder mover ganado y bienes con mayor facilidad, normativas de emergencia para operar sin luz ni comunicaciones, etc.
La aplicación de técnicas de emergencia con zapadores, puentes móviles, bancos de medicamentos y de alimentos en zonas problema, entre otras muchas cosas, no existe, y esta ausencia de prevención, hasta la elemental y que en varios casos, no implica costos extra (solo asignar racionalmente lo que ya existe) es generalizada desde las propias entidades del sector, hasta el gobierno nacional, pasando por municipios y provincias.
El deporte es echarse la culpa mutuamente, sin que nadie asuma la responsabilidad por lo no hecho, ni actuado.
De tal forma ahora, 40-50 dĂas despuĂ©s que comenzaran los desastres, proliferan las reuniones, conferencias de prensa y anuncios, sin que se adopte ninguna medida estructural de fondo y, lo más llamativo, sin que nadie lo reclame.
HabrĂa que preguntarse además ÂżPorque los terraplenes de los ferrocarriles de los ingleses prácticamente nunca quedaron bajo el agua (a diferencia de los tendidos posteriores)? ÂżPorque los centros de inundaciones en el Litoral, que se construyeron hace 15 años, aĂşn están vacĂos? ÂżPorque “rinde” más polĂticamente, repartir colchones, que hacer las obras que prevengan/atenĂşen las pĂ©rdidas???
Antecedentes
Los ingleses