Escribe Susana Merlo
Aunque el mejor estilo Durán Barba (el asesor presidencial) impone negar todas las malas noticias, y mostrar la Argentina como un jardín del Edén irrepetible y perfecto, la realidad descarnada se muestra, en algunos casos, en el extremo opuesto.
Es cierto que ante algunos indicadores que comienzan a mostrar, finalmente, un verde incipiente que se podría transformar en “brote”, y que en el plano internacional el lugar que los principales líderes le devolvieron a la Argentina, de la mano de la Administración Macri, es innegable y más que positivo, no todo se puede contabilizar en el mismo lado de la balanza.
Y lo que está mal es, en parte debido a errores humanos (algunos, incluso, por tozudez de los funcionarios, o incapacidad directamente), y otros porque vienen de “afuera”, sea por mercados, o por la propia naturaleza.
Es justamente en este renglón donde, aunque hace meses haya desaparecido de los titulares de los diarios, se sigue atravesando una situación crítica que, lejos de mejorar, empeora (y empeorará) aún más en las próximas semanas.
A contrapelo de todos los pronosticadores que hablaban de períodos de seca (Niña), de alejamiento de las lluvias y excesos del Niño, etc., desde la primavera de 2015 casi no para de llover.
Con inundaciones, tornados y tormentas asumió Mauricio Macri en diciembre de 2015. Llovió torrencialmente en abril del ´16. Ese invierno buena parte de la “Pampa Húmeda” se mantuvo bajo el agua, mientras las napas seguían aumentando su nivel. Aparecieron “nuevos” ríos, y otros de 10-15 años se profundizaron. La primavera pasada las lluvias volvieron a la carga y, salvo pequeños “respiros” no pararon hasta ahora.
El verano fue bajo el agua, y la cosecha volvió a comenzar a atrasarse igual que el año pasado cuando finalmente, y casi por Decreto, se finalizó “de prepo” en agosto, sin que nadie se animara a anunciar de cuanto había sido la recolección en realidad (no había que dar malas noticias en el primer año de Administración Macri).
Ahora igual. Se está entrando al invierno con napas a ras del suelo (o por arriba aún). Cada gota que cae es como si resbalara sobre un vidrio. No tiene posibilidad de percolar.
Desde hace meses, las principales rutas troncales del país están cortadas en distintas localidades. La zona de “La Picasa” es la más conocida, mientras la cosecha global sigue atrasada, con buena parte del maíz y de la soja, todavía en los potreros anegados, y sin que se pueda sembrar el trigo nuevo -17/18-, justamente por la misma razón. De hecho, los analistas ya están estimando que la estratégica área triguera (la que tiene que dar el grano para abastecer a Brasil), puede retroceder 15% por la imposibilidad de entrar a sembrar.
Y esto, que se repite con cada lluvia y que, obviamente no se puede corregir en un año ya que requiere obras básicas de infraestructura que llevan bastante tiempo, y dinero, tiene también otra lectura.
Haciendo una cuenta muy simple, y seguramente, más que “amarreta”, esta campaña se llevan perdidos en volumen de granos, por el agua, no menos de 10 millones de toneladas, o sea, algo más de 4.000 millones de dólares, a los que se debe sumar la caída de la calidad.
A esto hay que agregarle la inversión para desarrollar esa producción que “no fue”, de U$S 350-400 promedio por hectárea, por lo que habría que calcular otra “pérdida” que, aunque sea del productor/inversor, es pérdida al fin y al cabo, de no menos de U$S 1.000-1.500 millones más.
Esto se puede duplicar si se incorporan otras caídas como fletes, servicios, negocios derivados, lechería, pasturas, enfermedades por la humedad, etc., etc. más los ingresos fiscales, nacionales y provinciales, que ya se achicaron sensiblemente.
Ahora bien, cuanto se podría haber hecho con un porcentaje mínimo de esas pérdidas?. Con un 10% anual, unos U$S 550 millones, cuanto se podría haber avanzado ya?.
Es cierto que el presidente Macri está enojado (con razón) porque comenzó a darse cuenta que no lo “cubren”, no lo protegen, y le disfrazan muchas verdades, pero el sector privado tampoco saca esta cuenta para defender la postura ante el Gobierno, y reclamar las obras, con sentido común y de crecimiento del país. El cambio de destino, sin reclamo, del Fondo Hídrico es un ejemplo palmario.
Lo real hoy, es que los observadores más serios hablan de 125 millones de toneladas, o menos aún, de cosecha, cuando se tendrían que haber rondado al menos, los 135 millones y que, de todos modos, sigue siendo una cifra espectacular en estas condiciones, más aún, si se hubieran corregido las anteriores a 2016 que, insólitamente, se dejaron como estaban y muestran un inédito crecimiento de área y cosecha en los últimos años del Cristinismo, cuando en realidad en el campo todo se desplomaba, y se retrocedían varios millones de hectáreas sin siembra (no menos de 3-4 millones).
Si ese error, o déficit, oficial se hubiera arreglado en tiempo y forma, como hizo el INDEC con otros indicadores, entonces ahora, y a pesar de las pérdidas terribles, igual tendríamos probablemente una cosecha récord de alrededor de 120 millones de toneladas.
Ahora, de todos modos, se debe mirar para adelante, y que no nos alcance el cierre de la próxima campaña, planteando los mismos problemas de inundaciones y pérdidas de producción, sin que se haya avanzado nada sobre ellos.