En los Ăşltimos dĂas hubo una serie de reuniones en las que se aportaron datos estremecedores: Argentina impidiĂł producir más de U$S 25.000 millones anuales en productos del campo y, eso representĂł dejar de exportar nada menos que U$S 15.000 millones por año, segĂşn datos de Juan Llach.
Esto, sin duda, puede ser opinable. Lo que no es discutible es que la Argentina desperdiciĂł la más extraordinaria coyuntura histĂłrica de precios internacionales para sus principales rubros de exportaciĂłn, y eso determinĂł que el paĂs no se viera beneficiado con un ingreso adicional de divisas cuya magnitud se puede debatir, pero ya no vale la pena. La chance ya se perdiĂł. Y ese asunto, ciertamente, tampoco es novedoso.
De lo que sin embargo nadie habla casi es de los “costos ocultos” de la polĂtica que se viene aplicando en el paĂs en los Ăşltimos 12-15 años, y que entre otras cosas determina que, por ejemplo, si hoy se liberaran todas las fuerzas productivas, se eliminaran las restricciones comerciales, y apareciera la suficiente financiaciĂłn para materializar el potencial de producciĂłn de granos, saltando de los menos de 110 millones de toneladas, a 125-130 millones (algo perfectamente factible en corto plazo), serĂa imposible mover ese volumen.
No hay obras suficientes, La varadura de un barco en el Paraná (por falta de dragado) y un paro de aceiteros, provocaron un “atascamiento” de cerca de 100 barcos internacionales en medio del rĂo, desde hace casi un mes.
SegĂşn la FundaciĂłn Producir Conservando (FPC), el parque de camiones granarios tiene una antigĂĽedad promedio superior a los 20 años. Lo mismo ocurre con la maquinaria agrĂcola.
Salvo honrosas excepciones (Santiago del Estero, por caso), no se hicieron caminos nacionales, ni provinciales, y tampoco se mantuvieron las existentes. Las principales rutas de la Pampa Húmeda son de mano simple (la 5, la 7, la 8, etc.) y muere más gente en ellas que por otras causas.
De acuerdo a los relevamientos de FPC, hoy más del 70% de los caminos nacionales está en estado regular a malo, porcentaje que se eleva a 90% en los provinciales, y más del 95% de los de tierra que, a su vez, son los mayoritarios y están tan destrozados que ni siquiera pueden pasar por ahà los camiones con carga completa de 30 toneladas.
A pesar de los importantes rĂos que posee el paĂs, el transporte por barcazas solo alcanza 4% en soja, mientras que en Estados Unidos supera el 60%. A su vez, mientras Brasil ocupa el tren en más de 30%, Argentina apenas lo utiliza 13% para trasladar los productos en forma mucho más econĂłmica que por transporte carretero.
Actualmente hay más de 40% de faltante en la capacidad de almacenamiento formal, y es casi imposible calcular la pérdida de fertilidad del suelo por no reposición de nutrientes en cada campaña, ya que apenas se agrega en forma de fertilizantes alrededor de 28% de lo que se le extrae anualmente.
De la provisiĂłn de energĂa mejor ni hablar, lo mismo que sobre la falta de inversiones y el atraso relativo en materia de comunicaciones.
Todo esto, sin duda, constituye una de las causas del creciente costo argentino, aunque lo que se ve es apenas la punta del iceberg.
Y si bien muchos prefirieron hasta ahora negar lo evidente, y eso fue posible porque las crecientes cotizaciones internacionales de los alimentos a partir de 2005 lo permitieron enmascarando, vĂa mayores precios, los menores volĂşmenes de exportaciĂłn, y los costos crecientes, la cruda realidad ya estaba mostrando esta situaciĂłn desde hace más de un quinquenio.
La soja desplazĂł a cereales estratĂ©gicos como el maĂz, el trigo se cayĂł a mĂnimos histĂłricos, la carne casi desapareciĂł de las exportaciones, lo mismo que lo lácteos y frutas, hasta los niveles de forestaciĂłn cayeron brutalmente por la conmociĂłn del interior a causa de las alteraciones provocadas en los sistemas de producciĂłn.
Asà siguieron las cosas, mientras los funcionarios de turno continuaban –y continúan- hablando de “récords” de producción, solo porque la soja creció hasta alrededor de los 55 millones de toneladas, mientras la cosecha total sigue estancada desde hace 6-8 años en menos de 110 millones de toneladas –reales- por año.
Sin embargo, solo se habla de “los 20-30 millones de toneladas más de granos” que se podrĂan estar produciendo. Poco y nada se dice sobre los 5-7.000 millones de litros más de leche, o de los 2-2,5 millones de toneladas de carne y, mucho menos, sobre la “hipoteca” de pendientes que hoy pesa sobre uno de los principales sectores productivos del paĂs.