El Diario de...

Susana Merlo

Una mirada distinta de la Agroindustria

Si algo parece caracterizar a la sociedad argentina es una especia de memoria hemipléjica que solo elije recordar algunos datos y acontecimientos en detrimento de otros, y el sector agropecuario no es la excepción.

Por caso, en los últimos días se conmemoró el 5º aniversario de la Resolución 125, cuyo proceso finalizó recién 4 meses después (el 17 de julio), cuando el famoso “…no positivo” del entonces vicepresidente Julio Cleto Cobos, echó definitivamente por tierra las aspiraciones del sector más kirchnerista del Gobierno de imponer las retenciones móviles al campo.

Pero ese hecho también profundizó, y hasta se podría decir que “catapultó”, la mala relación entre el Gobierno y el sector, al menos hasta el día de hoy.

Sin embargo, y en general, la dirigencia solo recordó aquellos días como una gesta, y hasta como un triunfo, sin que nadie pareciera haber hecho los cálculos sobre la presión impositiva global de entonces, respecto a lo que hubiera significado el aumento a 45%/50% de retenciones que se estima de haberse aprobado la Resolución (versus el 23%/35% actual), y la incidencia real de los gravámenes hoy, con todo lo que se fue agregando desde entonces, además del aumento de los impuestos que ya estaban (inflación incluida), y que ya algunos ubican bien por encima del 85%, entre Nación, provincias y municipios.

Por supuesto que alguno podrá decir que lo mismo habría ocurrido con la 125 aprobada, y es cierto, ya que no hay ninguna garantía de que la voracidad fiscal se hubiese satisfecho solo con eso, dando paso entonces a la racionalidad en el manejo de las cuentas públicas hoy prácticamente desbordadas en los 3 niveles, y con el único aporte de la producción (no solo del campo) y de los consumidores, sobre los que recae toda la presión.

Pero tampoco se puede afirmar que de no haber mediado el fatídico (para la Administración K) “…no positivo”, la relación con el campo no hubiera mejorado o, al menos, no hubiera empeorado tanto.

Sin embargo, si se hiciera un esfuerzo de memoria, los datos e indicadores son bastante claros y elocuentes para entender lo que pasó y a dónde puede terminar. Por ejemplo, desde el principio (2003) ni Néstor Carlos ni Cristina Elísabet asistieron alguna vez a la inauguración oficial de la Exposición Rural (que era tradición para los presidentes de la República). En una única oportunidad concurrieron (ambos) al predio durante la muestra, pero en día de semana y casi fuera de horario.

Además, el sector agropecuario estuvo entre los primeros a los que se le aplicaron políticas fuertemente intervencionistas y restrictivas desde el aumento continuo de las retenciones (cuando Duhalde las reinstaló en 2002 eran de alrededor de US$ 900 millones, mientras que en la actualidad rondan los US$ 9.000 millones anuales), hasta los controles de precios de los ministros Roberto Lavagna, Felisa Miceli y todos los que los siguieron hasta llegar al Secretario de Comercio Guillermo Moreno, pasando por los permisos de exportación (Roes) de Ricardo Etchegaray, etc., etc., etc.

Pero tal vez el caso más emblemático de todos, y muy poco recordado en función de su trascendencia, pero que es el que muestra hasta donde se puede llegar y lo que algunos funcionarios están dispuestos a sacrificar en pos de sus propios objetivos y/o creencias, fue el cierre de las exportaciones de carne vacuna, en marzo de 2006. Hecho inexplicable y que, luego, forzó la liquidación de más de un cuarto del rodeo vacuno nacional.

Las derivaciones de la insólita decisión son bien conocidas: más de un centenar de frigoríficos cerrados, miles de puestos de trabajo perdidos, la desaparición de cientos de ganaderos y un aumento casi privativo en los precios de la carne al consumo.

Todos pierden. Nadie explica.

Pero, recordando este hecho, y tomándolo en consideración, se podría entonces decir que las expectativas del sector de que algo cambie, sea cual fuere la actitud que adopten los productores, es más que mínima ya que las decisiones no parten de realidades o conocimientos sino solo de preconceptos hoy ya perimidos en todo el mundo.

De ahí la importancia de la memoria completa, y no solo la hemipléjica.

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