Seis décadas después, Argentina tiene un rodeo de apenas 51 millones de cabezas, mientras que Brasil ya se ubica en casi 240 millones y es uno de los mayores exportadores de carne vacuna del mundo. Vale decir que hace unos años el “vecino” hizo una incursión con sus capitales en la industria frigorífica argentina, que luego abandonó para concentrarse en plantas en su propio país y en EE. UU.
Pero no solo fue Brasil. También creció fuertemente Paraguay, que justo esta semana logró abrir su mercado de exportación a Singapur, o Uruguay, que cuenta con muchos más mercados que la Argentina, incluyendo el codiciado Japón, al que los locales podrían exportar (si quisieran), ya que la Patagonia es “libre sin vacunación”, condición que, hasta ahora, es ineludible para Argentina, aunque no para los vecinos orientales que todavía están vacunando contra aftosa (pero parece que el “mercado del sol naciente” a ellos les cree, y a los argentinos no).
La aftosa, otro retroceso
El otro parámetro inexplicable de retroceso de la Argentina pasa, justamente, por el tema aftósico. Es que, si bien la fiebre aftosa fue descripta por primera vez en Italia en 1546 (por Girolamo Fracastoro, quien publicó una descripción de una epidemia que observó), aunque su origen exacto se desconoce, la primera introducción registrada en América fue en la provincia de Buenos Aires, Argentina, alrededor de 1870.
Obviamente, esto no puede extrañar, ya que por aquellos tiempos Argentina era el único país de la región que ya estaba trayendo reproductores vacunos de Europa, y desde aquí evidentemente se distribuyó al resto de la región.
Pero desde entonces, y a pesar de las comparativamente mejores condiciones políticas, topográficas y de distribución de los establecimientos pecuarios, otra vez la Argentina vuelve a ostentar el raro privilegio de ser, junto con Venezuela, uno de los pocos países que mantiene la vacunación, cerrada, con dos dosis y en todas las categorías, a pesar de haber transcurrido aquí más de 25 años sin brotes.
A su vez, Brasil —que ya dejó de vacunar hace meses— espera ahora su certificado de “libre sin vacunación”, mientras el resto de los socios del Mercosur estudia cómo avanzar; al tiempo que Europa, que esporádicamente presenta algún brote, se limita a emitir alertas automáticos, cierra el círculo donde está el rodeo afectado, y vacuna y aísla solo allí, como hizo a principios de año en Alemania, y más recientemente en Hungría.
Pero aquí el tema es más grave, ya que, hasta ahora, y a pesar del compromiso presidencial (de marzo de 2024), ni siquiera se puede importar todavía vacuna para abaratar el costo de las dosis a partir de la competencia.
Es raro, además, pues a pesar de la desregulación lanzada la semana pasada por el Poder Ejecutivo, casi ninguna de las entidades del sector —que representan a los productores, quienes son los principales perjudicados por los altos costos— salió a respaldar la medida, que debería mostrar resultados concretos (si los organismos oficiales quieren) ya para la próxima vacunación de octubre.
Esto es así porque, tras el pronunciamiento taxativo —y categórico— de Lealtad Comercial, las Resoluciones 333 y la 338 (que amplía los mercados proveedores de vacunas a todo el Mercosur) dan un máximo de 90 días para el ingreso de materiales veterinarios de los países “equivalentes”, los que por lógica debieron cumplir en origen con todas las experimentaciones, lapsos y pruebas previstas por sus propios organismos de control.
Por su parte, uno de los eventuales importadores locales ya adelantó que pondrá la dosis en el mercado local a U$S 0,60, lo que, sumado a la desregulación también de los entes y fundaciones por las mismas resoluciones (por lo que los productores que cuenten con un vacunador autorizado podrán hacerlo por su cuenta), abarataría sensiblemente las aplicaciones, que podrían pasar de U$S 5/6 por cabeza/año a U$S 1,40 por animal en igual lapso.
Ambos ejemplos, llevados a lo general e incluso en lo particular, hacen muy difícil entender por qué un país que fue líder se resiste a volver a serlo, y en qué momento fue que perdió la brújula…