El Diario de...

Susana Merlo

Una mirada distinta de la Agroindustria

Tratando de emular al escritor Jorge Asís, cuando definió a cierto político como: “un duro en el arte de arrugar”, se podría decir también que la Argentina se está convirtiendo en un país “experto”… en el arte de perder mercados.

De hecho, días atrás se consolidó la baja de Brasil como destino del trigo argentino, oferta que ahora quedó en manos nada menos que de los rusos. No alcanzó la cercanía, ni las preferencias arancelarias del Mercosur, ni los negocios cruzados entre privados. La caída estructural de la producción local de trigo, que hoy apenas alcanza para abastecer el mercado interno con un saldo muy magro para exportar, determinó la pérdida de un mercado estratégico y casi “cautivo” para el país como era el de Brasil, capaz de absorber cantidades crecientes tanto de grano como de harina.

Lamentablemente no es el único caso. Peor aún, y casi alarmante, la cantidad de productos que van cayendo de la grilla de exportación, a pesar del “relato” que habla de los mercados internacionales, de la agregación de valor y del “éxito” del modelo.

El aumento en los costos de producción y el tipo de cambio oficial (para muchos muy atrasado) aparecen como los elementos salientes que limitan actualmente las exportaciones de prácticamente todos los productos que no cuentan con alguna forma artificial de subsidio, aunque varios de estos se “disfracen” como reintegros.

Y le está sucediendo a productos que hasta no hace mucho eran exitosos a nivel internacional, como los vinos, las frutas, los lácteos, o la miel, entre otros varios.

Pero lo más grave es que lo mismo le está ocurriendo a rubros emblemáticos del país y a los que, aunque los afectan los mismos factores que al resto (dólar, costos, etc.), sus precios internacionales son lo suficientemente altos como para que la causa final de su caída ni siquiera sea esta.

Concretamente, se puede poner como ejemplo la codiciada Cuota Hilton de cortes vacunos de gran calidad, que cuentan con un ingreso preferencial en Europa, y cuyo costo hoy ronda los US$ 17.000 por tonelada.

Esos cupos en otros tiempos generaron infinitos enfrentamientos que llegaron hasta causas penales, intervenciones de provincias, sumarios a funcionarios, etc., que abonaron también la fama de la histórica Cuota.

Pues bien, desde hace prácticamente 6 años que la Hilton se incumple, y en el ciclo actual se estima que quedarán sin exportar más de 10.000 toneladas de las 30.000 con que cuenta la Argentina porque, básicamente, el país perdió una cuarta parte de su rodeo (más de 10 millones de cabezas) debido a los malos precios, producto de las continuas intervenciones oficiales en los mercados de hacienda y de carne.

O sea: no se cumple porque no hay carne, y no hay carne porque se liquidaron las vacas por falta de rentabilidad, lo que dio lugar al cierre de cientos de frigoríficos, a la pérdida de fuentes de trabajo de miles de personas y al encarecimiento del producto a los consumidores hasta niveles casi siderales, además de la mencionada caída de las exportaciones (no solo de Hilton, sino de carne, en general, que hoy se ubica en casi un piso histórico, incluso por debajo de Uruguay y casi de Paraguay).

Para tener una idea de la pérdida que la Argentina se da el lujo de tener, se puede destacar que Brasil, hoy uno de los primeros productores mundiales de carne, cuenta con menos de 10.000 toneladas de Hilton.

Sin embargo, el nivel de caída de la competitividad argentina puede desembocar en situaciones mucho más graves aún si se cumplen los pronósticos de analistas internacionales como los del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), que prevén fuertes caídas en los precios internacionales de los granos, de alrededor de US$ 100 por tonelada para el maíz y US$ 150 por tonelada para la soja.

Y si semejante cosa llegara a ocurrir, la Argentina pasaría directamente a ser inviable ya que ni siquiera “el yuyo”, hoy en los hechos eje y sustento de la política y del modelo K, se podría exportar. Ese nivel de precios sacaría claramente al país de los mercados.

Y si ya no se exporta casi carne ni trigo, los lácteos que se colocan en el exterior son cada vez menos, y se dejará de exportar también maíz y soja. Entonces sería interesante saber cuál será el rubro que podría sustituir estas exportaciones para obtener las divisas que se necesitan según la óptica del Gobierno o, en su defecto, que previsiones tienen ante esta eventual situación.

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