Lamentablemente, otra vez, la política deja de lado a los tiempos de la naturaleza. En este caso, la lentitud proverbial de los funcionarios para con el campo, sumado al profundo desconocimiento que buena parte de ellos tienen del principal sector productivo de la Argentina, determinaron que nuevamente se pierda la gran chance de recuperar producción perdida en estos años y que la nueva cosecha de trigo que comenzará a levantarse a partir de noviembre registre, aunque sea mínimamente, el alto potencial de este cultivo estratégico.
Dicho de otra forma, con suerte se repetirán los magros 9-10 millones de toneladas de las últimas campañas, producto del desaliento de los productores y de la incertidumbre que le imponen los mercados locales, cada vez más intervenidos por el Gobierno.
Para dimensionar la magnitud del desastre al que la Administración K sometió a la producción de este alimento (entre otros), solo basta recordar que a mediados de los ´90, la Argentina ya superaba los 16 millones de toneladas anuales, y que solo con incorporar los avances tecnológicos mundiales que se alcanzaron en estos últimos 15-18 años, el país ya debería estar cosechando holgadamente por arriba de los 20 millones de toneladas.
Por supuesto que eso hubiera permitido “mantener” y “ampliar” los 67 mercados de destino que había entonces; no perder la estratégica plaza de Brasil, hoy provista por Canadá, Rusia o Estados Unidos; ingresar, al menos, U$S 1,5-2.500 millones anuales extra por exportación de ese grano y de harina y una cifra varias veces superior por incremento de la actividad económica interna, desde transporte hasta servicios, desde insumos hasta mano de obra, etc.
Nada de esto, sin embargo, parece tener algún tipo de importancia a la hora de las prioridades oficiales, y ni siquiera parece haber conciencia sobre la oportunidad nuevamente perdida.
El caso es que el tiempo para sembrar el trigo prácticamente está agotado, mientras que desde el Gobierno no se dio la más mínima señal para que el país salga del piso de siembra del cereal en el que se encuentra, lo que lo lleva a repetir una de las áreas más chicas de la “centuria” (¡!), a pesar de los datos oficiales que quieren mostrar un leve incremento (respecto del año pasado) que, debido al clima, la baja en los mercados internacionales, y la caída de rentabilidad del cultivo, es casi imposible que se de, manteniéndose la superficie triguera en 4 millones de hectáreas o menos.
Pero, si lo que se deja de ganar es grave, mucho más lo es el riesgo de repetir la situación de estrechez de 2013 cuando, por problemas climáticos y “errores oficiales de cálculo”, se cayó en déficit hasta para cubrir la demanda del mercado interno, por lo que se sometió a la población a la ingesta de más de 1,5 millón de toneladas de trigo afectadas por Fusarium, de alto riesgo para la salud humana, y que en otros países es quemado cuando aparece.
Claro, eso hubiera obligado al Gobierno a asumir el costo político de tener que importar trigo, justo antes de las elecciones legislativas de octubre pasado.
El recuerdo del “pan negro” de los ´50, abortó cualquier posibilidad, y la población se “comió” el Fusarium…
Ahora, cuando el trigo cotiza a alrededor de $ 2.000 la tonelada (cuando el año pasado a esta altura rondaba los $ 3.800), y la nueva cosecha (o sea, enero 2015) apenas ronda los $ 1.200, con pronósticos de más bajas si no hay cambios abruptos en el mercado internacional, lo que la mayoría de los eslabones de la cadena triguera se pregunta es que está esperando el Gobierno para abrir, aunque sea un poco, las exportaciones y que el precio del cereal se entone, aunque sea, como para mejorar un poco el área de siembra, y que el endeudamiento del sector no siga creciendo.
La actitud oficial es incomprensible ya que, la baja en las cotizaciones internacionales ni siquiera le sirve para que ocurra lo mismo con los precios internos de los alimentos derivados, ya que la suba permanente de costos y la falta de eficiencia global de las empresas que tienen una parte montada en la exportación (que no pueden concretar), lo impiden.
Así las cosas, el tiempo del trigo se está acabando, y la nueva campaña parece ya jugada…(o, perdida nuevamente)