Hay pérdidas directas y pérdidas ocultas. Hay daños inevitables y otros que perfectamente se pueden prever y neutralizar. Hay situaciones extraordinarias y otras que están provocadas solo por la imprevisión.
En definitiva, hay distintas categorías de quebrantos, producidas por causas muy variables y, por ende, con diferentes grados de responsabilidad.
En lo que hace al sector agropecuario, donde los “logros” siempre se los atribuyeron los funcionarios, los errores jamás fueron asumidos, y las pérdidas generalmente se justificaron por “el clima” o por “los mercados internacionales”, y nunca por las malas políticas, los ejemplos de pérdidas “evitables” sobran, aunque pocos hablan de ellas o las muestran.
Ahora, por ejemplo, una de las discusiones centrales (aunque el Gobierno se hace el distraído y prefiere “no aparecer” en ella), es sobre el volumen de la cosecha 12/13 ya en marcha.
Las diferencias se dan entre el récord que estimaban varios (incluido el Gobierno) hasta hace unos meses atrás de alrededor de 110 millones de toneladas (o más), y la indiscutible realidad que ya alejó definitivamente esa cifra, aunque aún no se sabe que tan lejos/abajo la va a colocar en abril/mayo cuando finalice la recolección.
Lo que sí se puede asegurar, con los resultados del trigo y la cebada “ya en la mano”, es que, al menos, la caída será de unos 20 millones de toneladas respecto a las estimaciones más optimistas y eso significa, nada más y nada menos, que unos US$ 8.000 millones menos de divisas que ingresarán al país por exportaciones.
El “daño” se completa con unos US$ 2.000 millones de caída en la recaudación fiscal (por retenciones) y una cifra difícil de definir aún, pero igualmente voluminosa, por disminución global de la actividad económica, especialmente “visible” en el interior del país.
Ahora bien, este escenario 2013 es un calco del que ya se vio este año por el impacto de la sequía sobre la última campaña, y del que muy pocos hablan. O sea, que se está produciendo una suma de “descapitalizaciones”, y lo único que está logrando la falta de respuestas adecuadas es profundizar la crisis, o favorecer el achicamiento.
Es cierto que la sequía fue inevitable, pero hay formas de previsión, coberturas y ciertas tecnologías para atemperar, que el país no está utilizando porque faltan incentivos para la inversión.
También las lluvias de estos meses son extraordinarias, pero si se hubieran hecho las obras de infraestructura previstas los efectos serían mucho menos catastróficos.
Y de última, en todo caso, si aún haciendo todo lo factible técnica y económicamente, algunos de los daños se hubieran producido igual, ¿cuál hubiera sido el resultado si el Gobierno hubiera dejado que los mercados operaran sin intervención oficial y permitiendo el juego libre entre la demanda local y las exportaciones, por ejemplo, en trigo, carne, maíz, etc.?
Lo más probable es que hubieran pegado un “respingo” fuertemente alcista, como ocurrió en Uruguay cuando José “Pepe” Mujica liberó las exportaciones de carne para poder ingresar muchas más divisas, aunque por casi un año sacrificó el consumo doméstico.
El resultado es que a partir de aquel incentivo que fueron esos altos precios, hoy Uruguay exporta mucho más carne vacuna que la Argentina, y a su vez consumen mucho más carne vacuna de la que podemos comprar aquí, y más barata.
Entonces, ¿quién lo hizo mejor?
La realidad muestra que muchas de las producciones locales se siguen “achicando”, y que se están utilizando menos insumos (se produce más “barato”, y, por supuesto, con menores rindes). Y este achicamiento, que tiene que ver con el clima, pero también con la falta de confianza, con la ausencia de incentivos, con la inestabilidad de las reglas de juegos, con los errores políticos, etc., etc., va a determinar que en la campaña actual dejen de ingresar, por lo menos, unos US$ 10.000 millones, cifra que hubiera permitido, entre otras cosas, pagar la cuenta energética, flexibilizar el régimen de importaciones que reclaman a gritos muchos sectores para poder producir, etc.
La Argentina, de todos modos, aún tiene oportunidades para exportar más y atenuar, en parte, el creciente déficit de dólares que muestran las cuentas y que alarma a muchos (incluidos algunos funcionarios). La pregunta del millón es: ¿se van a animar a hacerlo? ¿Van a permitir, finalmente, que se exporte todo lo que se pueda…?
Y si no fuera así, ¿alguien se va a hacer responsable por el lucro cesante de las oportunidades que se siguen perdiendo?