Escribe Susana Merlo
¿Que se necesita para lograr una cosecha récord de, por ejemplo, 150 millones de toneladas?. Serían “apenas” 4 millones de toneladas más que las que supuestamente, obtuvo Mauricio Macri antes de dejar la presidencia en la campaña 18/19…
Simple: se requiere de buena cantidad de agua, y expectativas favorables.
En este caso, tras varios ciclos de precipitaciones irregulares que derivaron en sequías que hicieron perder hasta 50 millones de toneladas de granos, como en la 22/23 (cuando no se alcanzaron ni 90 millones de tn de los principales granos), ahora las condiciones climáticas tienden a una regularidad que, por el momento, ya casi aseguran la siembra de los granos finos (trigo, cebada, colza, etc.).
O sea, el agua está, al menos en lo que se conoce como el cinturón agrícola de la Pampa Húmeda, pero, ¿y las expectativas?.
Ahí la cosa se divide en varios planos, ya que además del clima están los mercados internacionales que no son demasiado alentadores en cuanto a una recuperación en las cotizaciones excepto, claro está, que surja algún contratiempo de envergadura en alguno de los principales países productores, lo que no estaría sucediendo pues, tanto los Estados Unidos como Brasil, planean cosechas importantes. Este último arañando ya los 340 millones de tn después de arrancar en el 86/87 en alrededor de 60 millones.
También se podría dar una fuerte reacción alcista en caso de que China incremente con fuerza sus compras, lo que no parece demasiado probable por sus propios stocks, y por la guerra de aranceles que la enfrenta con los EE.UU.
Esto mismo, sin embargo, puede favorecer a algunos países proveedores, como Argentina, al forzar desplazamientos del origen de las mercaderías.
Pero hay además un tercer factor, poco tenido en cuenta por la política, pero determinante a la hora de los resultados: la tecnología. De hecho, buena parte del “milagro” brasileño se debe al crecimiento continuo del área agrícola en los últimos 40 años, pero también de los rendimientos, fruto de la tecnología más avanzada, y que incluye desde los “fierros” (maquinaria), hasta la genética en las semillas, pasando por fertilizantes, técnicas de suelo, y toda la batería que el mundo hoy pone al alcance de la producción.
Argentina y sus productores, sin duda, las conocen pero, ¿hasta donde las pueden y quieren aplicar?.
Y aquí también hay distintos factores a considerar. Por caso en el tema de semillas la ausencia, hace más de 20 años, de una Ley de Semillas moderna, y de una Ley de Patentes también alineada, y que defienda la propiedad intelectual de los obtentores, es un escollo difícil de franquear para la producción. Directamente, varias grandes semilleras dejaron el país por esta razón, y es una de las causas principales que justifica el atraso de la soja argentina respecto a los resultados de rendimiento en los países vecinos, al no contar con las últimas obtenciones.
Aquí hay responsabilidades cruzadas, ya que tampoco los legisladores estuvieron a la altura de las circunstancias, ni la dirigencia sectorial se los exigió.
Luego aparecen las restricciones al comercio que impidieron el desarrollo normal de las relaciones entre empresas, y entre los eslabones de la cadena. Buena parte de ellas se fueron removiendo en los últimos meses, pero aún quedan varias, junto a las asimetrías fiscales que subsisten entre sectores (lease, retenciones vs reintegros, RIGI, desfase en los IVAs, etc.). que demoran y/o suspenden inversiones, tal como ocurre en este momento en el sector porcino.
Y de esto deriva, además, el acceso a productos importados, cuya posibilidad estuvo muy restringida hasta fines del 2023 cuando, paulatinamente, comenzó a regularizarse, y las últimas modificaciones en el esquema financiero contribuirán, seguramente, a completar lo que falta.
Por supuesto que la rentabilidad es uno de los factores limitantes, y excluyente. Con agua y sin renta, el resultado puede ser tan negativo como al revés: con renta, y sin agua.
Pero hay un último factor tan trascendente como los anteriores, y es la expectativa que, cuando es favorable permite saltar varios escollos, y que cuando es desfavorable frena hasta las inversiones menores, más aún en el campo, que “entierra” U$S 400-500 por hectárea, para “cosecharlos 5 o 6 meses después, con todas las variables que se mencionaron.
Por eso, también, se equivocan generalmente los políticos que miden los tiempos por el lapso entre elecciones, y no por períodos de cosecha que, sin duda, también afectan los resultados políticos.
Ahora, por ejemplo, Argentina podría superar, por primera vez, los 45 millones de hectáreas de cultivo, con una cosecha de alrededor de 150 millones de toneladas, utilizando al menos, unos 5 millones de toneladas de fertilizantes, el insumo “clave”.
Y todos estos récords juntos, entre otros, serían factibles evitando un solo error que es político: no alentar las expectativas positivas de uno de los sectores más dinámicos del país, el campo, que ahora busca revancha después de varios ciclos complicados.
¿También superará ahora Milei el récord de Macri??