09-09-2025 (especial de Susana Merlo para Más Producción de La Mañana de Neuquén) El campo enfrenta un escenario crítico: lluvias extremas y obras frenadas amenazan con profundizar las pérdidas en plena campaña 25/26.Las lluvias extraordinarias de fines de agosto, que lograron el discutible récord de haber convertido a este invierno en el más “húmedo” en décadas en el corazón agrícola del país, recién comienzan a ser evaluadas y los daños dependerán, en gran medida, de la duración de los vastos anegamientos en una planicie que, en otras condiciones, es envidiable.
Pero no fue lo único, la casi despedida del invierno vino acompañada también de fuertes vientos, algunos granizos, y de las peligrosas heladas que se produjeron en distintas zonas.
Hay que tener en claro que la campaña 25/26 que se está desarrollando iba a ser bastante similar a las últimas. No está previsto ningún salto en superficie que estará nuevamente en 40-42 millones de hectáreas y, como máximo, apenas un crecimiento del maíz que debe recuperar lo que perdió por el temor a la chicharrita en la campaña anterior, volviendo a los 10-11 millones de hectáreas (8-9 millones para “grano”, y el resto para suplementos animales), y eso en detrimento de la golpeada soja que no logra levantar cabeza, y sigue en unas 17 millones de hectáreas, muy lejos de su récord de más de 20 millones de la campaña 15/16.
También el girasol, ahora con más semilla, podría tener una buena campaña con crecimiento, pero sobre una superficie que sigue siendo comparativamente baja. Igual el sorgo. Es decir que se seguiría hablando de las 41-42 millones de hectáreas de cultivos anuales (granos) en las que Argentina viene oscilando hace más de una década.
Esto significa que el único diferencial a la vista solo podría venir del lado de la producción, por el clima, y por los insumos que se utilicen según el grado de optimismo de los productores y, en ese sentido, los altibajos se suceden pues, primero era el temor de más seca, lo que luego se cortó y se fueron llenando los perfiles. Pero ahora ya hay zonas con excesos para los granos finos, aunque para los gruesos las perspectivas aún son positivas.
Sin embargo, surgió otro problema: la abrupta suba de las tasas de interés acompañada de bruscas sacudidas políticas que, inmediatamente, frenaron inversiones, al menos hasta que se aclare más el panorama electoral, para lo cual aún falta más de un mes (si bien las elecciones del domingo, en la estratégica provincia de Buenos Aires, también fueron de gran impacto).
Maquinaria para el campo
De todos modos, los ánimos productivos se “enfriaron” bastante respecto a los insumos (semillas, fertilizantes, herbicidas, etc.), y más aún en lo que hace a la maquinaria agrícola que sigue atrasada 15 años en promedio, según datos recientes de la cámara que nuclea a los fabricantes. Lo mismo con otros equipos e implementos.
Y esto es muy importante, no solo para la comodidad de los productores y contratistas, ya que de la eficiencia de la siembra, y de la cosecha, también dependen los volúmenes finales a lograr. Dicho de otra forma, los insumos adecuados garantizan rindes, y la maquinaria eficiente disminuye las pérdidas.
Pero hay otro factor poco medido que hace al éxito de una campaña y que pasa, por la disminución del riesgo, y por la baja de los costos “tranqueras afuera”, y ese punto tiene como eje las obras y los servicios, lamentablemente muchos de ellos suspendidos, por el momento, a nivel nacional.
Y en todos lados pasa lo mismo, no solo en Buenos Aires. Aunque con solo mirar la situación de los bonaerenses tras las lluvias excesivas, ya hay una visión clara de los daños que causa la determinación de suspender obras. Máquinas, instalaciones, alambrados, y cultivos, con pérdidas variables que, como se dijo, dependerán de la duración de los anegamientos.
Sin embargo, lo más grave es que buena parte de los daños se podrían haber evitado completando obras inconclusas, como limpieza de los canales, controles de obras clandestinas, terminación del Canal Federal (aún inconcluso después de 25 años), corrección de alcantarillas angostas, levantamiento de tramos de rutas que periódicamente quedan bajo el agua, etc.
Un cálculo muy superficial indica que, en la actualidad, cada 1% que se pierde de una cosecha, o por producción, o por maquinaria y traslado defectuoso equivale, al menos, a una pérdida de U$S 350 millones, a los que se deberían agregar los efectos derivados como menor transporte, disminución de empleos, baja en la demanda de combustibles, etc., etc., etc.
Fondos sin utilizar
Peor aún, es que en casos de emergencias o catástrofes, hay un fondo específico para este tipo de cuestiones que, en muchos casos, dependen de la Nación, pero también de las provincias, y ni hablar de los municipios con sus caminos rurales, en general, en estado desastroso porque, si bien se cobra la tasa para su mantenimiento, los 4 años de sequía en la Pampa Húmeda hicieron que muchos se olvidaran de que había que mantenerlos (incluso, los productores y sus dirigentes).
Así, creado por ley hace 20 años, el Fondo Hídrico Nacional tiene “una afectación específica al desarrollo de proyectos, obras, mantenimiento y servicios de infraestructura hídrica, de recuperación de tierras productivas, de control y mitigación de inundaciones y de protección de infraestructura vial y ferroviaria”, como especifica en la fundamentación de la propia ley.
El asunto es que este Fondo, alimentado por un 5% sobre el valor de combustibles y 9% sobre GNC (!!), hoy “cuenta con casi $155.000 millones en plazos fijos y Lecaps al cierre de julio, ya que sólo se ejecutaron $14.090 millones en el primer semestre, lo que generó una ganancia de $76.932 millones sin aplicarse en obras necesarias”, según los datos que se desprenden del último informe de gestión del propio Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, en el Congreso (¡). ¿Usted lo sabía?
Pero también se pueden mencionar el mal estado de las rutas (nacionales y provinciales) que encarecen los fletes; o las licitaciones como la de la Hidrovía, o de los Ferrocarriles que “deben” esperar que pasen las elecciones para poder ser realizadas, entre otras varias cuya falta de ejecución encarece sensiblemente la producción y/o provoca descuentos en los precios que deben percibir los productores.
En definitiva, todos pierden por eso que, globalmente, ha dado en llamarse el ¨”Costo Argentino”, imposible de calcular con exactitud pero que, sin duda, su monto permitiría hacer la mayoría de las obras aún pendientes, y sobraría…