Incomprensible II.

El país necesita divisas (genuinas) pero el Gobierno mantiene restricciones y trabas –escritas y no escritas– prácticamente para todas las ventas al exterior de casi los únicos productos que le pueden dar al país recursos en el corto plazo: los alimentos. 

La Argentina precisa aumentar con urgencia sus alicaídas reservas, pero favorece la compra de divisa extranjera, a precios subsidiados y que no queda en el sistema.

Se requiere aumentar rápidamente la cantidad de pesos (sin aumentar aún más la emisión, alias, “darle a la maquinita”), y casi se fuerza la salida de esos pesos para comprar dólares, mientras no se aumentan las tasas de interés como para que resulte de algún atractivo quedarse en los bancos, en moneda local.

La producción no tiene plata y se cortaron, prácticamente, todos los créditos oficiales y comerciales lo cual, a la luz de lo que ocurre, es perfectamente comprensible, ya que los comerciantes saben que los precios a los que tendrán que intentar reponer su stock son sensiblemente mayores a los que tenían hace 2-3 semanas atrás.

Pero si no se puede exportar, y tampoco hay con qué producir, ¿qué es entonces lo que se está pretendiendo el Gobierno?

¿Hacia dónde se supone que se orienta?

El tema desvela a la mayoría de los empresarios, aunque algún distraído siga pensando que la última devaluación “sirve” para favorecer las exportaciones.

En el caso del campo, la liberación total del comercio es clave. Caso contrario, los escenarios de la carne vacuna en 2011/12, o del trigo el año pasado, con precios internos extraordinarios debido al déficit de oferta, se multiplicará en otros muchos rubros. De hecho, no falta tanto para que ocurra también con la leche.

Sin embargo, el Gobierno que sigue dando vueltas con los “diagnósticos” no quiere reconocer los (propios) errores del pasado, e insiste con repetirlos: Roes, precios de corte, cierre de registros, amenazas (muchas infundadas), etc., siguen muy vigentes como si con esas herramientas hubieran logrado algún éxito.

Con semejante escenario, no puede llamar la atención la “inmovilidad” de muchos, y la reticencia de los productores a deshacerse adelantadamente de sus activos. Tanto granos como carne fueron, históricamente, su moneda de anclaje, el lugar en el que se sienten líquidos.

Pero además, ni el campo, ni casi ningún otro sector productivo hoy cree que, efectivamente, las medidas económicas hayan terminado con las de la semana pasada. Al contrario.

Aunque realmente, a la mayoría les cuesta pensar que el Gobierno corrija, excepto cuando ya no les quede más remedio y entonces, como ahora, seguramente se volverá a llegar tarde, y cada vez el abismo está más cerca.

De hecho, si las correcciones que se piden desde hace más de un lustro se hubieran realizado hace 1-2 años atrás, o la misma devaluación de la semana pasada se hubiera llevado a cabo en 2011-2012, probablemente hoy no se estaría hablando de esto.

Por caso, ¿qué pasaría si el Gobierno hubiera corregido su política triguera en 2008 cuando la resolución 125, y ahora, justo en este momento, tuviera 20 millones de toneladas de trigo para exportar, lo que hubiera sido perfectamente factible con otra política?

¿Qué costo estará dispuesto a afrontar el Gobierno con el mantenimiento del gradualismo en las correcciones?

Hasta ahora, como dice el economista Ricardo López Murphy, “(la Administración Kirchner) se comió el capital: reservas, rodeo vacuno, energía”.

¿Qué más hará falta para enderezar el rumbo?