Frente a un mar de dudas

Escribe Susana Merlo

Como si los riesgos de la agricultura fueran pocos, los productores argentinos enfrentan ahora, justo en el momento en que se está iniciando la campaña 21/22, un combo de factores que, de materializarse, pueden ser muy graves tanto para los volúmenes de producción, como para el resultado económico de la actividad. Y, como la naturaleza no espera, indefectiblemente deberán seguir adelante aún frente a tanto riesgo.

El hecho es que el escenario de los próximos 3-4 meses plantea, por un lado, la posibilidad de que se agudice, nuevamente, un episodio “Niña”, de falta de precipitaciones, como el del año pasado, que reduzca sensiblemente los rendimientos de los cultivos al profundizarse la seca que ya se está dando en varias regiones productivas centrales, pero también, en algunas más marginales para la agricultura, como puede ser el NOA, acentuado durante este invierno, por fuertes heladas y olas de frío polar.

El segundo factor, que puede ser aún más corrosivo para el negocio agrícola es el que recae sobre la posibilidad de profundización de políticas antiproductivas, tanto antes como después de las elecciones, y que tendrán dos etapas: entre las PASO o primarias de septiembre, hasta las generales de noviembre, y después de estas.

Para varios analistas, esa posibilidad será independiente del resultado de la elección, ya que, tanto si gana el oficialismo (porque estará en una mejor situación de fuerza); como si pierde (porque estará mucho más jugado y le importará menos), el caso es que la necesidad de recursos se seguirá agudizando a medida que se acerque fin de año, y se siga atrasando la reactivación económica.

Y, si bien hay una norma impositiva que muestra que cuando la presión es excesiva la recaudación en lugar de aumentar, cae (y también sube la irregularidad fiscal), no es menos cierto que hay algunos gravámenes imposibles de evadir. Este es el caso de las retenciones que permiten un ingreso fiscal directo con la exportación, con el efecto positivo adicional de que como el precio que se paga internamente por los productos es homogéneo (sean para exportar o no), esas materias primas se “abaratan” internamente lo que en algunos casos “ayuda” a contener la inflación en el corto plazo, ya que se compran con la quita implícita de las retenciones.

Por supuesto, que solo la amenaza de que este impuesto vuelva a aumentar pone en pie de guerra a los productores. Sin embargo, para más de uno, casi son más graves las restricciones cuantitativas, como cupos, cuotas, cierre de registros de exportación, prohibición de exportar (como a la carne vacuna), directas o solapadas, que los propios impuestos a la exportación, mal llamados retenciones (ya que en realidad, no se retiene nada, ni son pago a cuenta de nada).

Frente a semejante panorama, y casi sin margen para el replanteo, los productores intentan seguir adelante, en especial, en las zonas centrales y regulando la intensificación productiva, en la medida en que el clima se vaya normalizando. De lo contrario, no solo no crecerá el área (lo que ya se sabía), sino tampoco la utilización de insumos, y podría repetirse el cuadro de este último ciclo con una producción sensiblemente menor a causa de la seca, aunque buena parte de la caída de volúmenes se haya saldado con creces por los mayores precios internacionales, que tampoco puede descartarse que se repitan.

Es que con seca y nevadas en Brasil (afectando café, caña de azúcar, trigo, maíz, arroz, etc.); inundaciones y piedras en Europa; ola de calor en los Estados Unidos y, si acentúa la seca también en la Argentina, no hay forma de que las cotizaciones internacionales no sufran otra fuerte escalada.
Claro, localmente servirá poco ya que si ese escenario se concreta, entonces habrá muchos más productores afectados sin cubrir siquiera los gastos, y el volumen final de cosecha, igual que ahora, puede ser entre 25% y 40% menor al que se preveía hace solo un par de meses atrás.

Difícil momento para tener que tomar decisiones….