¿Más productividad? ¿Quién?

Escribe Susana Merlo

Con creciente insistencia, funcionarios de distintas áreas, incluido el Presidente Mauricio Macri, están reclamando “mayor productividad” de parte de varios sectores privados, entre ellos el campo.

La reiteración, que está convirtiendo el pedido casi en una muletilla responde, sin embargo, a una realidad: hace varios años que la Argentina dejó de crecer, amesetó las mejoras y fue perdiendo competitividad, al punto que se cayeron fuertemente las exportaciones, incluso de los productos más emblemáticos del comercio exterior argentino, como el trigo, la carne, el girasol, o la leche que casi desaparecieron de los mercados internacionales (igual que muchos de los productores que se dedicaban a estos rubros).

Pero no es menos cierto que en el área oficial pasó exactamente lo mismo. La “productividad” pública desapareció de muchas áreas; se multiplicó varias veces la cantidad de personal, pero no los resultados del trabajo público. La ineficiencia, y los costos crecientes caracterizaron al área oficial en lo que va de este siglo.

Y, como es bien sabido, el “Estado” se sostiene con los aportes fiscales de los privados lo que significa, lisa y llanamente, que cada vez se les fue sacando más recursos a los contribuyentes para sostener la creciente ineficiencia oficial, hoy en niveles insostenibles de porcentaje del PBI (Producto Bruto Interno).

Y, aunque parezca de Perogrullo, esos fondos dejaron de destinarse a la producción, para perderse por el drenaje de la burocracia de un Estado elefantiásico, ineficaz que, aunque disfrazó muchos de sus actos de “sensibilidad social”, hoy se sabe que en realidad ocultaba niveles de inmoralidad, rayana en los ilícitos.

El accionar no servía al conjunto de la sociedad, sino a “unos pocos”, mientras el resto retrocedía…

Ahora, bien, ¿Cuánta de la productividad que falta hoy se debe, por ejemplo, a la transferencia de recursos que impuso el Gobierno a los privados, año tras año?.

Por caso, los alrededor de U$S 87.000 millones solo en retenciones agrícolas aportados por “el campo” desde 2002 hasta ahora, ¿a que se destinaron?. A obras públicas que disminuyan el alarmante costo argentino?, a generar más energía para poder procesar y agregar valor?, a mejorar los niveles de educación adaptando las currículas a la creciente necesidad del sector privado que requiere de mano de obra calificada (que no encuentra), entendiéndose por tal, apenas el conocimiento de 1-2 idiomas, o de computación?.

Lo mismo se podría decir que ocurre en el sector de la carne, la leche, la fruta, la madera, etc., etc., etc.

Las “transfusiones” de los recursos, además, fueron hacia los 3 niveles: Nación, provincias y municipios, cuya herramienta más simple de captación de fondos, tanto para cerrar sus propias cuentas producto de su ineficiencia, como para “fondear” campañas políticas, fue manotear recursos fiscales en la mayoría de los casos.

Igual que con las tarifas, que hoy requieren una actualización extraordinaria, para que vuelvan las inversiones que no se hicieron en dos décadas, también se registraron atrasos en el parque de maquinarias, de camiones, instalaciones…Se cayó más de 20% el rodeo vacuno, la producción de leche. Se destrozaron los pocos caminos pavimentados que había, y se volvieron intransitables los restantes, lo que se comprobó con las abundantes lluvias caídas desde la primavera pasada.

Hoy hay cortes de energía en buena parte del interior. Las comunicaciones son cada vez más complejas por carencia de los sistemas. Ni hablar de wi fi, sistemas bancarios en ciudades más pequeñas, y así sucesivamente.

Pedir hoy “productividad” solo a los privados, sin hacer lo propio desde el sector oficial, parece totalmente insuficiente y hasta contradictorio.

Se necesita, además, que varios funcionarios encaren la solución estructural de problemas de vieja data que deberían conocer en profundidad; una fuerte disminución en la presión fiscal para que los recursos privados se reciclen en la producción, y especialmente, que se mejore sustancialmente la eficiencia pública para que los impuestos sean razonables y acordes a los servicios que el Estado le debe brindar a la comunidad.

Y, sin duda, ayudaría mucho saber también cual es el plan y cuales las prioridades para aplicar los recursos, tanto locales, como de los capitales internacionales que se anuncian, y que deberían servir a respaldar a la producción que multiplica la actividad económica, y a bajar el alto costo argentino, para que el país vaya recuperando, paulatinamente, su competitividad.