La 126…

Recordar las condiciones previas, y lo que ocurrió durante los cuatro meses posteriores a aquel fatídico 11 de marzo de 2008, cuando el por entonces ministro de Economía, Martín Lusteau anunció la Resolución 125, que pretendía imponer las retenciones “móviles” a la producción agropecuaria, no solo es un ejercicio interesante, sino que puede resultar casi imprescindible para prever el futuro.

Es que como entonces, ahora también se está gestando la “tormenta perfecta”.

Solo falta el detonante. ¿Tal vez la Ley de Desabastecimiento?, ¿Otra intervención al Mercado de Liniers?, ¿Quizás alguna “expropiación” de hacienda, o de algún silo-bolsa de soja?…

El caso es que las condiciones, igual que hace 6 años atrás, están dadas, y como entonces, cuando los productores estaban desesperados por la sequía que no los dejaba trabajar, ahora el panorama se le parece, aunque sensiblemente agravado.

Es que además del clima, con buena parte de Buenos Aires, y del Litoral inundados o con excesos de humedad, y otro medio país en sequía, ahora la rentabilidad de los granos “desapareció” (por caída de los precios internacionales y suba de los costos internos), lo mismo que el crédito, y las permanentes restricciones y amenazas del Gobierno no ayudan, justamente, a calmar los ánimos. Al contrario.

Mientras los funcionarios, por torpeza, o por soberbia, siguen tensando la cuerda, cantidad de productores están “inmovilizados” por la falta de recursos para seguir, o porque la actividad ya no es rentable, o porque directamente no pueden ni salir de sus campos (o sacar la producción), por la falta de caminos (algo que desde los helicópteros, no se ve…)

Y, si todavía les resta alguna producción de la última campaña, reservada para afrontar los próximos pasos de la empresa (sabiendo de las restricciones financieras actuales), se los acusa de “encanutadores”, y se los amenaza con aplicarles leyes que ya fueron demoledoras para el país hace décadas atrás.

En 2008, la “sorpresa” (para el Gobierno) vino del interior, y ahora puede ocurrir lo mismo pues, a diferencia de las grandes urbes, en las localidades más chicas del país, mayoritariamente agropecuarias, la caída de la actividad económica es exponencial y viene desde hace varios meses. En algunas, incluso, el “parate” es total, sobre todo en aquellas donde la única “fábrica” del pueblo (un frigorífico, una usina, un molino, o algunos tambos), ya cerró.

Si a esto se agrega la imposibilidad de trasladarse y de mover la producción, por el pésimo estado de los caminos, a pesar de las altas “tasas viales” que cobran muchos municipios, entonces es fácil prever cual es el ánimo que recorre buena parte de la geografía local.

Los dirigentes de las entidades del campo lo saben muy bien.

Las asambleas de productores que se multiplican alrededor de cada rural y de cada cooperativa, son el mejor termómetro. En ellas se piden cada vez más, medidas de fuerza, drásticas, “llamar la atención” de las autoridades ante el desastre que enfrentan, y que también va a ser el “desastre” del país, aunque en el Gobierno aún  no hayan caído en la cuenta de que, de los resultados del campo depende el grueso de los ingresos de la Argentina del año que viene. Pero, sobre todo, dependen buena parte de los dineros de que dispondrá el Gobierno, desde diciembre en adelante.

Y, como viene la cosa, estos van a ser sensiblemente menos, que en ciclos anteriores.

Como en la perinola, “todos pierden”, aunque a nivel nacional parece no haber conciencia de lo que significa el “achicamiento” agropecuario, que puede llegar hasta 4-5 millones de hectáreas menos de cultivo (15-20 millones de toneladas menos),  una nueva caída en la cantidad de tambos ( unos 1.000 millones menos de litros de leche), y el estancamiento en la recuperación del rodeo vacuno, que apenas llega a 4-5 millones de las 11-12 millones cabezas que se perdieron entre 2009 y 2011.

Sin duda eso es mucha plata en forma directa, pero más aún al multiplicarla por al actividad económica alrededor de ella (transporte, servicios financieros, insumos, etc.), y es incalculable cuando se la lleva al terreno de lo humano, de lo que representa para cada productor que no puede seguir adelante, o que ve como se pierde su inversión de años.

Por eso, la “tormenta perfecta”.

Por eso, “la 126” (o sea, “la 125” inflacionada…)